Se generan ineficiencias operativas debido a la falta de integración entre sistemas automatizados y manuales, lo que provoca interrupciones o duplicación de tareas. Los procesos que deberían ser rápidos y precisos se vuelven lentos y propensos a errores, afectando la productividad y la calidad del trabajo. Además, los empleados pueden experimentar frustración al tener que realizar tareas repetitivas que podrían automatizarse, lo que disminuye su motivación. La falta de automatización adecuada también limita la capacidad de escalabilidad de las operaciones, lo que dificulta el crecimiento y la adaptación a nuevas demandas. Como resultado, los costos operativos aumentan y los tiempos de respuesta a los clientes o cambios del mercado se prolongan, afectando la competitividad y la eficiencia general.