Hay un aumento en el estrés laboral, lo que conduce a un incremento en las ausencias, agotamiento y disminución del rendimiento. La falta de equilibrio entre la vida laboral y personal genera desmotivación y baja moral, lo que a su vez impacta en la productividad y creatividad del equipo. También se pueden observar mayores niveles de rotación debido al desgaste físico y emocional. A largo plazo, una deficiente gestión del bienestar reduce la satisfacción de los empleados, lo que afecta negativamente la reputación de la empresa como un buen lugar para trabajar.