La empresa sufre problemas como la falta de reconocimiento y diferenciación en el mercado, lo que dificulta la conexión emocional con los clientes. Esto genera confusión sobre la identidad y valores de la marca, lo que puede resultar en una percepción inconsistente por parte del público objetivo. La falta de una estrategia clara de branding puede llevar a que la empresa no logre construir una imagen sólida y confiable, afectando la lealtad de los clientes y dificultando la retención. Además, la ausencia de un buen branding puede impactar negativamente la credibilidad y posicionamiento de la empresa, lo que reduce su capacidad para atraer nuevos clientes y competir eficazmente en el mercado. Como consecuencia, la empresa experimenta una disminución en las ventas, problemas para expandir su presencia y un crecimiento limitado a largo plazo.