Aparecen problemas como la dificultad para concretar acuerdos con los clientes, lo que resulta en un bajo porcentaje de conversiones de prospectos a clientes. Esto se manifiesta en conversaciones prolongadas que no llevan a una decisión final, causando frustración tanto en el cliente como en el equipo de ventas. Además, puede haber falta de técnicas o habilidades adecuadas por parte del personal para manejar objeciones o negociar términos, lo que lleva a la pérdida de oportunidades de negocio. Sin un enfoque efectivo en esta fase, también se pueden generar ofertas mal estructuradas o mal entendidas, lo que reduce la probabilidad de cerrar acuerdos. A largo plazo, esto disminuye los ingresos y afecta la eficiencia del proceso de ventas, reduciendo la capacidad de la organización para cumplir sus objetivos comerciales.