Surgen problemas como falta de alineación entre los valores y comportamientos de los empleados, lo que genera confusión y desmotivación entre el personal. Esto se refleja en una baja moral y compromiso de los trabajadores, lo que afecta la productividad y el ambiente laboral. Además, la ausencia de una cultura organizacional sólida puede llevar a altas tasas de rotación, ya que los empleados no se sienten identificados o valorados por la organización. También se produce una comunicación ineficiente entre los equipos y una falta de cohesión en la toma de decisiones, lo que impacta negativamente en la colaboración y los resultados generales. A largo plazo, la falta de una cultura organizacional clara y bien definida puede dificultar la retención de talento y la capacidad para atraer a nuevos empleados que compartan los valores de la organización.