La empresa vive problemas como retrasos en el lanzamiento de productos, sobrecostos en investigación y desarrollo, y una falta de alineación con las necesidades del mercado. Esto puede resultar en productos que no generan la demanda esperada, lo que se traduce en bajas ventas y desperdicio de recursos. Además, los equipos de trabajo pueden enfrentar descoordinación, lo que lleva a errores en el proceso de desarrollo o productos con fallos de calidad. La falta de un enfoque claro en esta área también puede provocar que la empresa pierda competitividad, ya que no logra innovar con rapidez o responder a las tendencias del mercado. Como consecuencia, la empresa puede ver afectada su reputación y disminuir su participación en el mercado, así como su capacidad para retener clientes.