La empresa padece falta de dirección clara, pérdida de competitividad, decisiones inconsistentes y sin alineación con los objetivos a largo plazo. Además, la empresa puede sufrir de una ejecución deficiente de los planes, fragmentación en los esfuerzos entre equipos, y falta de adaptabilidad ante cambios del mercado. Como resultado, se ven reducidos los ingresos, la participación de mercado, y puede haber confusión interna sobre las prioridades y roles en la organización.