Se generan resistencia al cambio, falta de adaptación de los empleados a nuevas políticas o tecnologías, y una disminución en la productividad. Los equipos pueden sentirse inseguros, lo que afecta negativamente la moral y genera confusión en cuanto a los nuevos objetivos o procesos. Esto puede llevar a la pérdida de talento clave, fallos en la implementación de nuevos proyectos y, en casos graves, una crisis cultural dentro de la empresa.