La empresa puede enfrentar problemas graves de liquidez, lo que resulta en la incapacidad de cumplir con las obligaciones financieras a corto plazo, como el pago a proveedores, empleados y deudas. Esto puede generar un deterioro en las relaciones con socios comerciales y afectar la reputación crediticia de la empresa. Además, la falta de control sobre los flujos de caja puede conducir a una toma de decisiones financieras incorrectas, como el endeudamiento innecesario o la falta de inversión en oportunidades de crecimiento.