La empresa padece problemas como la falta de transparencia en la toma de decisiones, lo que puede generar conflictos de interés y afectar la confianza de los accionistas, empleados y otros grupos de interés. La ausencia de políticas claras de responsabilidad y control interno puede llevar a una gestión ineficiente y a una mala asignación de recursos, lo que compromete la rentabilidad y sostenibilidad de la organización. También puede haber falta de cumplimiento normativo, lo que expone a la empresa a sanciones regulatorias y daña su reputación. Además, la falta de un gobierno corporativo sólido dificulta la supervisión adecuada de los ejecutivos, lo que puede dar lugar a comportamientos poco éticos o mal manejo financiero. Esto genera inestabilidad organizacional, pérdida de confianza de inversores y una mayor vulnerabilidad a riesgos legales y financieros.