La empresa carece de una visión clara y coherente, lo que genera falta de dirección en la toma de decisiones clave. Los empleados pueden sentirse desmotivados debido a la ausencia de un liderazgo inspirador que los guíe hacia objetivos comunes. También se puede notar una baja en la cohesión de los equipos y una resistencia al cambio. Sin un liderazgo fuerte, la empresa sufre una pérdida de competitividad, ineficiencia en la implementación de estrategias y una falta de innovación. El resultado es una mayor probabilidad de fracaso en los objetivos a largo plazo.