Las experiencias generadas para el cliente son poco memorables o no logran conectar emocionalmente con la audiencia. Esto resulta en eventos o activaciones que no generan un impacto significativo en la percepción de la marca. Los clientes no se sienten motivados a compartir su experiencia, lo que reduce el potencial de viralidad y exposición. Además, pueden surgir inconsistencias en la experiencia que no reflejan los valores o la propuesta de la marca, lo que provoca confusión o insatisfacción. Como consecuencia, se pierde la oportunidad de generar lealtad y engagement duradero con los clientes.