La empresa se padece una falta de dirección y objetivos claros a futuro. Esto genera decisiones cortoplacistas y reactivas, lo que puede afectar la sostenibilidad y el crecimiento a largo plazo. Los proyectos importantes carecen de seguimiento, y la empresa puede perder oportunidades estratégicas, además de sufrir dificultades para adaptarse a cambios del mercado. La falta de planificación adecuada también resulta en la incapacidad de anticipar riesgos y gestionar recursos de manera eficiente, lo que afecta la estabilidad financiera y operativa.