La empresa carece de una planificación financiera adecuada, lo que genera sobrecostos, gastos no controlados y una asignación ineficiente de los recursos. Sin un presupuesto claro, es difícil controlar el flujo de efectivo y priorizar inversiones clave. Además, la falta de control presupuestario provoca desajustes entre los ingresos y gastos, afectando la rentabilidad y viabilidad financiera de la empresa. Esto también lleva a una incapacidad para medir el rendimiento financiero frente a objetivos estratégicos, generando incertidumbre en la toma de decisiones a corto y largo plazo.