La empresa enfrenta problemas como la falta de actualización tecnológica, lo que provoca ineficiencias en sus operaciones y una menor capacidad para competir en el mercado. La empresa puede quedar rezagada frente a competidores que implementan tecnologías avanzadas para mejorar la productividad, reducir costos o ofrecer mejores experiencias a los clientes. Además, la falta de adopción de tecnologías emergentes puede generar resistencia al cambio dentro de la organización, lo que afecta la agilidad y capacidad de innovación. La incapacidad para integrar nuevas tecnologías también puede llevar a oportunidades perdidas en automatización, análisis de datos o mejoras en la experiencia del cliente. Esto repercute en una reducción de la competitividad y en la incapacidad de la empresa para adaptarse a un entorno tecnológico en constante cambio, afectando tanto la rentabilidad como el crecimiento a largo plazo.