La empresa experimenta una falta de comprensión profunda de las necesidades y problemas del cliente. Esto lleva a propuestas de valor mal alineadas con las expectativas del cliente, lo que provoca la pérdida de oportunidades de ventas y una baja conversión. Además, los vendedores tienden a enfocarse más en características y precios en lugar de soluciones personalizadas, lo que genera relaciones transaccionales y no consultivas, afectando la confianza y la lealtad del cliente a largo plazo. También puede haber una falta de desarrollo de relaciones duraderas, lo que impide el crecimiento a través de recomendaciones o ventas recurrentes.