La organización vive una falta de dirección y propósito. Los empleados pueden no entender hacia dónde se dirige la empresa, lo que lleva a una baja motivación, falta de alineación en los objetivos y esfuerzos dispersos. Además, la toma de decisiones tiende a ser inconsistente y reactiva, y la empresa puede perder oportunidades de crecimiento a largo plazo. A nivel externo, la falta de visión clara afecta la relación con los clientes y las partes interesadas, lo que puede dañar la reputación y disminuir la lealtad del cliente.